Hoy, cada vez que sienta una ligera
punzada de derrota o de decepción, me tranquilizaré y recordaré que Dios no se
equivoca amándome. Sentiré este Amor en un lugar profundo de mi interior y
observaré como si toda la pena y la angustia se reemplazara por una fuerte
determinación para hacer lo mejor que puedo en este momento.
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