Cuando hablamos del deber, a menudo
olvidamos que nuestra principal obligación es ser fieles a nosotros mismos, pues
cuanto más dueños nos sintamos de nuestra propia vida, menos necesitaremos
imponer, dirigir y controlar a los demás.
Adueñarse de la propia vida significa
pensar por uno mismo, sentir por uno mismo, decidir por uno mismo y asumir las
consecuencias de todos nuestros actos.
Significa ser responsable y por lo
tanto… ser:
1.- Libres
de la opinión de los demás y dueños de nuestra propia dicha.
2.- Conscientes
de que no depende de nosotros la felicidad ajena, aunque sí, como reza el
Budismo, que nuestros actos no sean un impedimento para la felicidad de los
demás.
3.- Capaces
de ayudar a nuestro entorno a mejorar en lugar de censurarlo a través de las
críticas y el desprecio.
4.- Libres
de no exigir a los demás lo que no nos exigimos a nosotros mismos.
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