miércoles, 14 de septiembre de 2011

LOS LOCOS POR DIOS



El amor así entendido, se inscribe en el mundo de las dualidades y de los contrarios, de las atracciones y de las aversiones, para nosotros el amor se confunde con lo halagüeño, con todo lo que reafirma y exalta nuestro ego. Nunca es en verdad al otro al que amamos por si mismo intrínsecamente, si no por las gratificaciones que de el esperamos, los provechos psicológicos y afectivos que aguardamos de él, es decir, a una cierta imagen del otro que nos forjamos y de la que nos apropiamos.
En el plano de las relaciones humanas, amar significa en suma querer ser amado, y cuando decimos "te amo", queremos decir "ámame", y lo decimos en el fondo de nosotros mismos, desde el momento en que ese "ámame", se siente decepcionado, traicionado, escarnecido, se transforma en alejate, no quiero verte mas, te odio.
El ego por su propia naturaleza, es incapaz de amar, no hace si no amar con ansiedad, exigir que se le comprenda, que se le adule, se le adore, por que simplemente no puede aceptarse y quererse así mismo, pues solo vive de comparaciones, siempre hay alguien mas hermoso, mas grande, mas dotado, mas seductor, mas inteligente que él, y se rechaza decae y odia su forma de ser, para identificarse con ese otro ideal imposible.
La obsesión de si mismo que caracteriza al ego, nada tiene que ver con el verdadero amor por si mismo, ¿como podría quererse si rechaza incansable lo que es o lo que cree ser?, no estoy presentable, no soy lo suficiente rico, no soy tan admirado.

Aquel que emprende con seriedad un camino de realización espiritual ya sea metafisíca o religiosa, debe primero admitir esta constatación severa, en la medida en la que no nos hayamos realizado, es decir, liberado del ego, nada de lo que llamamos amor, es verdaderamente amor, solo hay peticiones mas o menos intensas, necesidades del ego que desea que el mundo corresponda a tal o cual imagen, que los demás acaten tal o cual orden, o que él mismo se hinche como la rana de la fábula. Es incapaz de reconocer el derecho de existir de las cosas, si no en la medida en que ellas le sirvan y lo gratifiquen.

Entonces ama con corazón igual y desbordante, tanto a los amigos como a los enemigos, este es el verdadero amor incondicional, el que nos hace verdaderamente libres.

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